Resistencia en el flanco débil

mayo 01, 2012

Aquel perfume en los tebeos


Las batallas en el desierto (1981) de José Emilio Pacheco                                                                 

La elegante y sofisticada madre del gran amigo de aquellos años, que nos fue robado tan pronto, lo mudaron de colegio para no volverse a saber más. O la rubia profesora de desnudísimos hombros increíbles, cuya dicción exquisita, de puro perfecta, hacía imposible cualquier intento de aprendizaje. O la amable dueña del quiosco de al lado del semáforo, donde comprábamos los Mortadelo, los Superlópez, los Sir Tim O'Theo, y mangábamos los cromos del Sherlock Holmes perruno sólo muchos años después rebautizaríamos, por esnobismo freak, de Miyazaki. O la ama y señora del bar de cuyo nombre mejor no acordarnos, que nos invitaba a cocacola y bolsa de patatas fritas cada vez que nos aparecíamos por allí, con la cara llena de vergüenza y más llena aún de ojos tristoides, casi llorosos, en busca de nuestro padre borracho y con pulgas de muy pocos amigos. Quien no se enamoró nunca, perdida y platónicamente, de mujeres así cuando canijo, de todas y cada una de ellas o de todas ellas a la vez en una sola madura mujer, no puede decir con todas las letras que alguna vez fue niño. La intensidad de un amor que se sabía imposible sólo podía equipararse a la desolación que producía el conocerse a lo sumo divertidamente comprendido, pero jamás correspondido... Respecto a todo lo demás, se sabe a ciencia cierta que un amor, a doble cara de la moneda o no, es verdadero cuando todos los que lo rodean se conjuran contra él, de ordinario con éxito...