Resistencia en el flanco débil

septiembre 08, 2011

Pienso en francés, luego existo en Netherlandia




Pienso, luego existo, luego soy, luego lo merezco todo, Todo, incluido también todo lo tuyo, conque dámelo, ¡dámelo todo!... El Discurso del Método es aquel librillo entrañable y luminoso en el que, de algún extraño modo, podía leerse entre líneas aquello de que todos y cada uno de nosotros somos rey y dios del universo solipsista que habitamos, cada cual el suyo, en creándolo a través de nuestro pensamiento egomaníaco. Pierre Bergounioux es un tipo muy cachondo, muy pillo, y nos dice: ey, tíos, de entre todos los entes pensantes nacidos de mujer sólo uno, el compatriota Descartes, pudo escribir un librillo tan entrañable y tan luminoso como el Discurso del Método, y aún os diré más: de entre todas las naciones habidas y por haber sólo en una, la Holanda de los tulipanes, pudo haber escrito el compatriota Descartes el dichoso entrañable y luminoso tomillo de filosofar racionalizador. Todo el egoísmo que somos y aun el egoísmo que seremos se lo debemos, pues, al país de los canales y los comedores compulsivos de patatas fritas ahogadas en salsa.

Así las cosas, tras el intempestivo experimento de discursiva posthumana que supuso B-17G, Una habitación en Holanda, el segundo Bergounioux que me tiro a la cara en pocos meses, se antoja una curiosa y hábil forma de explicar la causa a partir de sus consecuencias y no al revés, que es como se suelen conducir estos menesteres si pretende uno que no le rían la cátedra... El invento no deja de tener su aquél, lo reconozco, y desde luego si hay algo que no se le puede reprochar a Bergounioux es que guste de los planteamientos trillados, lo que tal y como está el panorama ya es todo un qué.