Resistencia en el flanco débil

septiembre 26, 2010

El bacilo de Koch


Todo un desafío hablar de una una novela que tanto aparenta algo que no es, que hasta su última línea, sorpresiva, extemporánea, torva, sinvergüenza, no se revela como lo que es en verdad, a saber: una puñalada trapera al corazón de la conciencia lavable y bienpensante, un coche bomba en el vestíbulo del World Trade Center de lo políticamente correcto. No se dejen engañar por su supuesto argumento de crónica negra, que es todo una artimaña, una trampa bien camuflada, el bueno de Herman Koch demuestra ser un perro viejo de lo más cachondo y se aprovecha de ese vicio lector que nos da con la primera persona narrativa, cuyo caracter esencialmente confesional nos lleva a creer que el personaje, esa voz narrativa a través de la cual conocemos la historia, nos está contando siempre la verdad. Pero no tiene por qué ser así. No se trata de ninguna ley no escrita ni nada por el estilo. Koch lo sabe. Por eso nos la mete doblada. Juego, set y partido. Bien por el autor tulipán...


Novela que no es una, que son dos, la primera de ellas una sátira despanochante sobre las clases acomodadas de un Occidente que hace tiempo se perdió en el ombligo de sí mismo y no sabe por dónde empezar a buscarse la pelusa; si desayunar dulce todos las mañanas ya nos ha vuelto a la mayoría unos mierdas y unos gilipollas, qué imbéciles no se habrán vuelto quienes pagan cuatrocientos euros por una cena vestida de oro pero que sabe a porqueriza... El esnobismo hay que pagarlo sí o sí. Pero la carga de profundidad de La cena está en la segunda parte, esa segunda novela dentro de la novela que bien podría pasar por la reactualización del Señor de las moscas de Golding a la jungla de los menús cinco estrellas y la generación Niní. ¡Que no estamos civilizados, hombre, que no! ¡Que es todo un cuento! Que aquí somos todos unos salvajes y unos brutos y que la felicidad a ultranza es una aspiración fatua, un placebo que nos han inoculado desde arriba, como un bacilo, una enfermedad que no mata pero nos tiene bien controlados, con el fin de echar capas de tierra sobre lo obvio: que nos siguen poniendo cachondos la sangre y el instinto animal, que nos cuesta muy poco convertirnos en bestias y desatar el infierno a poco que nos toquen la cría o la manduca. ¿Y quién dirá que no es así con sólo darle cancha a cualquier telediario?

Resumiendo. Mala leche. Mucha mala leche. Mala leche de la buena.


septiembre 19, 2010

Humorismo y Explicaciones



Imagen absurda que de cierto tiempo a esta parte me viene atacando los cerebros y no es otra que ésta: sale Marty Feldman y salgo yo y el lugar es San Petersburgo, me descubro inerme ante las estrábicas indicaciones del actor y freak británico, que a mi consulta sobre dónde comprar sellos para enviar postales, decide enviarme, infiero, camino de la autopista que conduce a Sebastopol, o lo que es lo mismo, que me vaya con mis estampitas a tomar por culo, más o menos eso. Y si ya suena anormal en sus cabezas, que saben y leen de ello como nuevo por medio de esta letras mías incapaces, traten de imaginar qué no de aliens y gremlins y artefactos cárnicos a transitores despierta en mi chola, que lo recibe cada dos por tres, un día sí y al otro casi casi también, así a lo doméstico, como el que desayuna tostadas y se descubre, una mañana de miércoles, otra vez, con la mermelada agotada, pero en cada ocasión con colores y aromas y miedos pánicos diversos, siendo el rostro y los ojos exoftamos de Feldman siempre los mismos pero siempre también distintos... El día que me dé por echar una vista atrás y me tope con la bufa arquitectura de mis líneas, el envés podrido de la trama de mi paranoia, me va a dar un ictus y un sopor y un tabardillo de los de no volver...


Suerte que sigue habiendo gente por ahí que se saben buscar ellos solitos los sellos y la vida, escrita y pitorreada, y perseveran contumaces en la letra, para bien de tantos que los seguimos y leemos, aun a sabiendas de que todo acto de escritura, sobre todo y por encima de todos el digital, es un desprestigio genético y una molicie intelectual. Rijosa y pendona nómina de gentes ni normales como Rubén Lardín, Joan Ripollès, Javier Pérez Andújar, Marta Peirano, Carlo Padial, Raúl Minchinela, Nacho Vigalondo, Mr. Absence, John Tones, Borja Crespo, Miguel Noguera, Antonio Trashorras y otros cuantos más cuyos nombres o pseudónimos no gloso aquí porque me despeinan el acento circunflejo. Léanlos, padézcanlos o gócenlos, padézcanlos y gócenlos, ahora todos juntos y todos gratis, que no gratuitos —o sí, definitivamente sí, del todo gratuitos— en el invento éste, El Butano Popular.




septiembre 05, 2010

Viva la Vida Puta



A medida que el domingo languidece se me va asentando el fin de semana, desde el viernes cabrón hasta este ahora de pincho moruno, sudoroso, todo mácula, como una película en versión original y al reproductor le da por no abrirme los subtítulos. Emasculado de denotaciones y por supuesto de connotaciones, me muevo, me arrastro más que nada por contexto: todo me suena a cirílico y a arañas negras taconándome pelandronas la base del cerebelo. Que venga Tarkovsky y me lo traduzca a magia o me bajo.

Por otro lado, ya venía cargándome la puta manía del reciente Woody Allen de retratarme el discreto encanto de la pija intelligentsia en formato telefilme. No ha sabido apercibirse de que a estas alturas de circo ya no hay una jodida clase media que le ría los chistes —si es que alguna vez la hubo— y que ahora más que nunca hay unos muy pocos muy arriba, con mucha pasta y un expediente y currículo muy de escuela de pago y el resto somos turba. Como digo, no ha querido apercibirse o bien no le ha dado la gana. Al fin y al cabo estamos hablando de un genio del siglo XX y todo lo último que lleva hasta aquí desde Desmontando a Harry son sus minutos de la basura. Que le quiten lo bailado.

De todos modos me ha gustado la de este año, si quitamos a Banderas, claro, sobre todo si quitamos a Banderas, eso sí, que le den una pastilla a ese hombre, un diazepan, algo... Porque la pija intelligentsia también puede ser gañana, gilipuertas, y eso es un punto que le concedo a Allen a pesar de que me la haya vuelto a colar con la textura telefilm y con la Naomi Watts más destrempante que me he tirado a la cara. Misógino vengativo cuatrojos...

Ah, y también importante: hay un escritor que nunca escribe, no al menos en pantalla, sólo juega a las cartas y lee los libros de otro, y vive del cuento de la escritura mientras la esposa y la suegra le pagan las facturas, mientras se la pela espiando a la vecina exótica y buenorra por la ventana, y roba los libros de otro que previamente había leído porque los suyos son una mierda, o dicen los editores de mierda que sus libros lo son, mierda, aunque a saber quién apesta más en todo este asunto. Qué bueno. Qué risa. Qué copón. Me descojonaría de no ser porque se me atraviesa el despertador.

Y mañana es lunes de nuevo y toca currar.

Y me cago en la puta.