Resistencia en el flanco débil

febrero 26, 2009

Heath Ledger estuvo allí





La cosa va de cine, que es lo único que apetece —y acontece— estos días. Doy por hecho que los amantes del buen cine ya lo habrán asimilado e incluso evacuado, tal como se les coló por la bandeja de entrada del oído procedieron a meterlo en su trituradora de documentos estúpidos. Aun así hay que señalarlo, no sólo porque es mucha más la gente que gusta y disfruta del mal cine, también porque hasta hay para quienes el cine —bueno, malo o del uzbekistán— es sencillamente un pretexto para devorar palomitas fuera de casa y pipas dentro de ella. Así que ahí va: el Oscar fue para Penélope, lo que en sí ni me indigna ni me ofusca pero me descoloca un tanto, puede que hasta dos. Que le otorguen prestigio —si es que se le puede aún llamar prestigio— semejante por hacer de verdulera histérica, es decir, de sí misma, de mujer a una vaginísima loca pegada, tiene bemoles, porque para empezar, si nos ponemos puristas, eso ni siquiera es actuar. Pero es lo de menos, porque lo de más es la película, que no es tal, que es un spot de noventa minutos pagado por los ayuntamientos de Barcelona y Oviedo del que lo mejor que se puede decir es que no está mal como folleto turístico, y lo peor, que el buenazo de Woody debería empezar a considerar el buscar residencia. De todos modos yo creía que el cine publicitario ya tenía sus premios, que no son estos, los Oscar, pero igual me equivoco.


También vi El lector, que bien podría haberse titulado El encoñado —por lo visto hoy el asunto va de vaginas— y que cuenta con ganas y hasta cierto estilo la historia de un pobre chavalín adolescente que pierde el sieso por meterla en un chochillo madurito y nazi. El invento fue muy bien durante la primera hora y hasta confieso que las escenitas de carnalidad me subieron lo que es bilirrubina y lo que no; después del calentón ya discurrió todo bien y fácil y por los trillados senderos hasta los créditos y yo me fui a casa tan contento. Si hay que añadir algún pero, no obstante, me pido la vez, porque lo del Oscar a la Winslet por este papel sí me parece excesivo y asaz entrecomillable: ¿acaso para hacer creer al respetable que uno es analfabeto a de estar poniendo todo el rato cara de deficiente mental? No son la misma cosa. Con todo, por la escena del culo se lo hubiese dado, el premio, el Oscar, pero me da que el culo aquel no fue el suyo, que era una doble de pandero, porque a las edades y las caderas de la Winslet —por bien que se conserve la moza— se necesita grúa para tener los mofletes traseros tan en el sitio. Las damas me perdonen.


Y lo mejor de la semana pues vaya, el que se quedó sin premio, que no sin prestigio, Mickey Rourke, que de un tiempo a esta parte, atracón de botox mediante, tiene más que cara que nunca de Bukowski, no como cuando aquélla, Barfly, en la que sólo estuvo a la altura al, digamos, ¿40 %?, y pese a todo estaba divertida mientras no saliera Faye Dunaway en el encuadre. Bien. The Wrestler me hinchó la vena gorda del fracaso, del loser que llevo dentro, me lo pasé pipa. Si la lucha libre fuese un deporte con posibles, o simplemente un deporte, sin más, puede que hasta me hubiese puesto más cardíaco que cualquier Rocky. Conque tuve que cambiar envalentonamiento inducido por catarsis. Me pareció de órdago, en lo concreto, ese final, simbólica y literalmente en el aire, porque sí, porque está bien, porque a lo mejor los tontunos quince minutos de gloria warholianos los más de nosotros la espichamos y ni los olemos, pero al fin y al cabo está en nuestras manos, nuestras cabezas huecas, sentirnos al tiempo Dios y Ayatolá de todo lo creado por tres cochinos segundos, aunque sea en plan estrella rutilante de un pozo de mierda o el acostumbrado basural humano.


Lo que se dice follarse el mundo justo antes del último aliento... aunque nadie ande mirando. Eso mola. Aunque luego la película no sea nada del otro jueves, pero al menos le da un poco de vidilla al canino de la rabia, la mala hostia cojonera. Y molar, moló también la Tomei, actuación mediocre inclusive, pero con los años y las carnes mucho mejor llevados que la Winslet. Puestos a prestigiar contorsionismos yo le hubiese dado el Oscar grande a las cuclillas de la Tomei —también a sus pitones de auténtico Aconcagua—, el chico al culo falso de la Winslet y a la Penélope gritona la mandare de vuelta al Barrio Chino, a fotografiar putas sonrientes y vender lechugas.



febrero 19, 2009

Siempre es Lupus en MierdoCiudad

Desértico estos días, vacío, el teclado se me ríe en la cara y yo no sé con qué atizarle, borrarle a hostias esa sorna payasa del jeto alfanumérico. Una persona en mi coyuntura debe siempre proveerse de teclados baratos y con cable, por si te da por hacerlo añicos contra la pared o bien ahorcarte con él, una de dos. Seco. Desinflado. Hecho una pasa. Como la próstata de Peter North después de una sesión de rodaje, que tiene dos, dos próstatas, una junto a la otra, el tío, sus visitas al urólogo deben ser la monda, mejor ni nos las imaginemos... Pero la próstata es cosa seria, que se lo digan al bueno de Ballard, que ahí sigue, todavía en pie, en espera del fin pero dando guerra, si el destino no lo alcanza nos regalará nuevo libro antes de saltar la charca estigia; conversaciones con su médico de lo suyo de la próstata y la metástasis y en general la muerte, la vida que se acaba y el telón de la función ésta, farsa tontuna. Conociendo al maestro y teniendo en cuenta el tema no puedo sino apostar doble o nada a que será lo mejor en literatura cancerosa e hipocondríaca desde Bajo el signo de Marte de Fritz Zorn, hijoputada impresa en forma de libro que no le recomiendo a nadie que suela tener por hábito neurotizarse con cada nuevo pinchacito en lo alto de la chola o en el centro de los higadillos, pensando que significa el ocaso de sus días y que todos los médicos se equivocan, Hugh Laurie incluido. Quizá lo veamos y algunos hasta lo leamos, oye. El organismo tiene sus razones que la razón no conoce.


Ahora en teoría venía una cosa que he escrito en apenas cinco minutos y me ha quedado la mar de graciosa, chispeante, también la mar de cínica, y ése es el motivo por el que al final la escamoteo, porque me salió tal que así, ácida como pomelo, y trataba de parejas, ex parejas y yogures caducados, y me da que si la cuelgo me juego los innombrables en el tentativa, que tampoco es plan. Llamadme cobarde que yo levantaré el brazo. Me lo guardo en el disco duro y ya lo utilizaré en algún cuento, que con la coña de que es ficción e inventado y le pasó a otro a lo mejor hasa cuela y salvo los genitales... Eso sí, no me estaré de confesar que me pudre el alma tener que salir a la calle a buscar regalitos de aniversario, mucho más desde luego que en navidad, no sé por qué el sujeto en cuestión, el que hace años, se toma siempre mucho más a la tremenda que le falles ese día, su día, que el de Dios es Cristo: debe tratarse del eterno y mítico combate entre el microcosmos y el macrocosmos, dialéctica de fuerzas desequilibradas que siempre perdermos, pues no fuimos modelados para durar y todo ese rollo replicante. Diré, sencillamente, que cuando una mozuela pizpireta de mechado flequillo hasta la nariz en lugar de ojos ha accedido a pagar treinta napos por un bolso con pinta de papel de periódico y efectivamente hecho de eso mismo, en el que además no cabía ni una caja de condones de 12 unidades, he dicho hasta aquí me habéis visto, cabrones, y que os den. Yo seré todo lo Homer Simpson que se me pretenda, que sólo regalo libros y que además regalo sólo los que me gustan a mí. Lo concedo. Rubrico y pongo el sello. Lo que sea. Que no por nada me he sometido al castigo de tragarme todo Cioran para acabar así, a mis años, entregado a este sirvilismo inane y pavoroso, víctima de un tan zafio escaparatismo poppygirl, a rebosar de coñiflautas y chochipondios que lo dan a uno de arder por fuera y por dentro. Si no le gusta el libro que me lo tire a la cara. Yo lo recojo.




febrero 11, 2009

Virgen Negativa



Viendo un clip de Shirley Manson

a las tantas de la madrugada

en una cadena sin futuro, localísima

muteado el televisor

se me ocurre que una noche entre esos muslos

escuálidos de Anoréxica Virgen María de la Muerte

sería a buen seguro el polvo más sucio

gélido

desfollante de la historia

que, no obstante, ningún pene en su sano juicio

se querría perder...

Aparecen después Valo y sus HIM

esos monstruos del intalento

confirmándome

cuán frágil e indócil puede llegar a ser el equilibrio

de una apostática trempera.


febrero 09, 2009

Y esto lo escribí anoche pero lo cuelgo ahora porque me quedé sobado...





Digo que no leo, pero leo, no es que esté faltando a la verdad, que sea insincero, más bien que no leo todo lo que me gustaría o que no leo lo que debiera, cualquiera sabe, pero al final acaba llegando el momento en que no te queda otro remedio, te pones a ello, me pongo a ello, la madrugada queda lejos y no hay qué demonios dormir. Y sucede que me sorprendo enfrascado en la página y como con unos pitidos irregulares en lo hondo de los oídos. Silencio total trufado de zumbidos cuasi subsónicos. No sé si es el vacío de la noche metiéndoseme dentro a través de los pabellones auditivos o el mp3, que me está preparando el camino para la sordera. Leo de madrugada a la par que capto el SOS ultrasonoro de alguna nave sita allendes los espacios, no sé si la Vorga o la Nostromo, aunque quizá mejor ésta última, la Nostromo de Ripley y MADRE y el Alien que los trajo a todos, con aquellos cascos de NFL, tan outrés, coronando los asientos de la tripulación, menudo hallazgo. Y pienso que esta referencia me ha quedado tan friki, así sin enlaces ni nada que la allanen, que apenas va a haber quien la capte, la aprehenda, pero yo le doy cancha más que nada por encoñarme con mi pasado, airearme la nostalgia. Respecto a esto, me dice alguien que me conoce desde hace poco que cuando escribo aquí no se me entiende, que escribo como para élites que ya no existen, porque se dio la logse y la calamidad de después, ninguna en vano, y de los ochenta en adelante todas las generaciones son un erial. Pero que cuando escribo fuera, continúa, bajo a la tierra y la cosa se hace más llevadera. Yo le respondo que sí, que estoy de acuerdo, que como en Barrio Sésamo: que una cosa es aquí y otra muy distinta allá. Sólo aquí mando yo y hago y deshago a mi antojo. "Ya... pero es que ni el de aquí ni el de allá se parecen en nada a ti"... Y se queda tan ancha. Durante un segundo dudo si me está tratando de esquizo o me está llamando mentiroso... "Ya, bueno... sí... cierto... pero qué quieres que te diga: a la vida en directo que le den mucho por culo". Y allí sí que ya, el que se queda tan ancho es este servidor.


febrero 07, 2009

Nowhere, Texas





Me estoy matando a base de inacción, eso lo sabe cualquiera que me conozca lo justo. No aporta indicios nuevos al proceso. Por no encarar, ya ni leo, que en mi caso es decir mucho. Lo dejo todo colgando, que es lo que he hecho mejor siempre, perfeccionarme en el marasmo, la medianía. Si ésta fuese la España de otros tiempos, la del imperio en lugar de la de los —autonómicos— imperios, a estas alturas yo habría hecho mi agosto, tendría ministerio y todo, inventado ex profeso, por supuesto: ingeniería de medios trechos, algo por es estilo, seguro que hubiese colado. Pero hoy día hasta para ejercer de gilipollas te piden título. Y así están las colas del paro, a reventar de Lazarillos desalojados.




Lo peor es tener que partirte la cara con la neurastenia, esta menstruación de instantes demacrados. No querer ya estar ni en ninguna parte. Nowhere. El inglés de campaña siempre tan al pelo de cualquier chapuza… Me quema el tiempo en las manos. Cómo me explico. Algo así como llegar antes de tiempo a la última cita del día y mirar el reloj y pensar ¡pfffff!, ¡¿de verdad queda aún todo esto para palmar?!




Creo que en esto me identifico un poco con Jane Bowles. Escribió una novela y todo el mundo dijo que era basura, y a partir de ahí le entró la neurosis, el fracaso la ganó para sí, el resto de sus días los pasó a caballo entre ser mujer de —y a la sombra de— Paul Bowles y escribir de que era incapaz de escribir. Sí, ya sé que Vila-Matas se ha hecho de oro con esto, pero en la época de Bowles el síndrome de Bartleby todavía no se había elevado a categoría estética y género literario en sí mismo. Después le dio una embolia con cuarenta años. Sus últimos 16 años los vivió minusválida y disminuida, dándole vueltas todo el tiempo al mismo pensamiento viral allá dentro de su desecado cerebro: “He sido un cartucho de fogueo, he sido un cartucho de fogueo”… Y así hasta la náusea. Lógicamente, cuando ya no estaba a tiempo de nada bueno, las mundanas eminencias rectificaron: “pues no era tan malo, el libro aquel de la Bowles; una lástima lo suyo, podría haber llegado a ser precursora".




(Anteayer decía que la mayoría de mujeres leen mierda y hoy lo sigo sosteniendo, lo veo cada día y eso no hay quien lo achante. Sé de todos modos, por ejemplo, que hay una mujer en Gijón que lee a Philip Roth y otra en Santa Cruz que lee a García Márquez. Todo García Márquez, quiero decir. Eso tiene que significar algo —por más que no me guste Gabo—… De todos modos lo suyo parece más cuestión y perfil de francotiradoras que de precursoras, porque como éste ha sido siempre país de facas, o trabucos, a lo sumo, que son armas de impacto disperso y alcance miserable —no dieron en su tiempo para mantener un imperio, así que ahora mucho menos toda una revolución—, su mérito ha de acabar por fuerza instalado en lo tangencial)




Yo he llegado demasiado puntual —impuntual, por tanto; intempestivo— a mi medio camino en mitad de la nada, y ni siquiera me ha hecho falta escribir una novela para asumir que soy otro cartucho de fogueo. Me limito a esperar pacientemente mi embolia y esta vez ni traje lectura.





febrero 04, 2009

Ombliguismo y descojonación





No sé si esto va a ser un cuento, un homenaje, otra mamada de polla bloguesférica o qué sé yo. Que juzgue quien lo lea.


El otro día estuve en lo de Lardín, de pie y callado, anónimo al fondo de la barrera, que es como me gusta estar: no salir en ninguna foto. Estuve muy conforme con casi todo lo que allí se dijo y muy en desacuerdo sólo con una cosa, y es que hay que saber de qué coño salió uno para poder cagarse en su puta madre. Pero todo aquello ahora es filfa que no viene a cuento, se queda entre bastidores. Testimonio audiovisual del evento, aquí.


Estuvieron allí de cuerpos presentes algunos hombres cuyas letras admiro: Puertas, Ripollès y por supuesto Lardín, amén de otras personalidades de la blogomasa que o bien no conocía o bien ni fu ni fa. No puede uno estar a bien con todo el mundo.


Por eso cuando acabaron los parlamentos oficiales y dieron comienzo los oficiosos, principiaron a formarse los pequeños corrillos y conciliábulos, supe que había llegado el momento de darme el piro, yo no cuadraba allí ni con pegamín, así que dejé de darle la brasa al buenazo de Ripollès con mi crónica incapacidad para el diálogo sostenido y allá que me fui a saludar al rey de la fiesta. Felicité a Rubén parca y ranciamente, en mi habitual línea asocial, y luego me marché del lugar sin siquiera pedirle que me dedicara mi ejemplar por lo mismo, por esa inherente incapacidad mía para todo lo interpersonal. También saludé a Toby, que es gran hombre de cine de tripas y resultó, en persona, tener en su haber insospechadas pestañas naturales dignas de Clockwork Orange.


Después ahuequé de allí: adiós a todo eso, que dijo Graves, novela de bombas y mucho reventar ingleses que recomiendo siempre que tengo oportunidad.


Había dejado el coche en Pedralbes, la única zona de Barcelona en la que se puede aparcar sin pagar ni perder la chaveta. Ciudad Muerta quedaba a 100 kilómetros vista y la ciudad condal, no sé como, siempre me acaba dando dolor de cabeza. En el metro, dos almas mujer leyendo burrescentes tochanos: la una El niño con el pijama de rayas de John Moyña, Amanecer de Estúltida Meyer la otra... Inmediatamente me subió el reflujo del tópico ese que dice que las mujeres son las que más leen... Cierto, pero, amigo mío, ¿qué leen?... Mierda leen. Mierda las más de las veces.


Estuve tentado de sacar mi ejemplar de Imbécil y desnudo, no sé, por combatir un poco la mediocridad y la general atmósfera de gañanía intelectual. Darle un poco de categoría a un vagón de auténtico cenagal. Pero me dolían la cabeza y las lumbares, en ese orden de urgencia, y ya sólo quería que llegase María Cristina, estar en casa de una puñetera vez y olvidarme del mundo cuanto antes. Y además, qué carajo, la humana estirpe no tiene flancos ni talón de Aquiles que valgan: su necrosis no hay por donde atacarla.


El libro, por eso, bien, no, genial, de lo mejor que podéis echaros ahora mismo a la cara. Quizá por eso mismo, ironías de la puta vida real, no podréis echároslo a la cara fácilmente si es que habitáis, como yo, las provincias. Sólo podréis encontrarlo aquí o ir por él a la capital. No es la miel para la boca del burro, por hache o por be, por exceso o por defecto, en la mayoría de ocasiones por eso, por defecto ―mental―, la cultura con arrestos siempre acaba siendo cosa de élites, y no ha de amanecer el día que no sea así.


febrero 03, 2009

Me dicen que miro raro




Hoy me he levantado con el pastoso regusto en la boca de una pesadilla fulciana. En toda regla. Los fulcianos saben. Pero para los no fulcianos, que son la mayoría, un pequeño recuento de ingredientes: la estampa tenía un mucho de sangre y otro tanto de teta al aire, y en mitad toda la carne y el muslamen, abiertos en canal; saja, taladra, destripa, decapita; ese rollo. Mujeres gritando todo el rato, con la boca muy abierta, los dientes muy blancos y en su sitio, los labios bien pintados, de rojo agazapado, de rojo vino tinto. Gritando, claro, siempre y cuando consiguieran mantener cabeza y miembros vitales en su sitio, que no solía pasar. Y los hombres, de pega, como es fulciana costumbre, apenas capaces de nada útil, incluido el follar. Y de ahí al foso. Recuerdo que se daba el momento en que yo cogía un camión de los enormes, uno en plan Golpe en la pequeña China o Maximum Overdrive. La chica iba conmigo. Algo quería comerse nuestros sesos. Los de ella primero. Que por algo no me la había dejado enchufar... Luego las puertas blancas reventaban como dando a luz, como pariendo sin previamente haber roto aguas de barnizada madera. Todo se desataba. Todos muertos. Nunca he sido gran protagonista de nada. Fin. El tema, lo gracioso, si es que cabe llamarlo así, era que el asunto había comenzado porque otro tipo y yo aceptamos jugar un partido de street basket con cuatro negros y nos dio por escoger al único que no la sabía meter.


Estas cosas pasan por acostarse uno antes de lo acostumbrado, darle al cuerpo más sueño del que necesita, que acabo sacando el subconsciente a pasear, y con él toda la mierda que acumulo dentro. Mierda de años. La más inofensiva por culpa del cine de casquería.


febrero 01, 2009

Esto no es San Sebastián




La última vez que nevó aquí yo ni siquiera había dado pábulo en mi cabeza al concepto de "período de lo posible", conque ved si me siento viejo. Uno de los pocos convenientes de habitar una ciudad muerta quizá sea éste: la meteorología es disciplina sobre todo televisual y ante todo para consumo de vivos, almas primates que tiene el periné recubierto de piel aterida —aunque velluda— y no de pellejo de hiena, como las hay tantas.


Tardes como ésta, por tanto, encamadas con el ahora lluevo ahora no lluevo, sirimiri de bobos, son las que te arruinan el partidillo dominguero y te encierran entre cuatro paredes, al calor semiseco y tóxico de una estufa de resistencias. Los vidrios transpiran de vaho y el cerebo se empaña de inoperancia crónica. En mitad de la intoxicación de tedio, casi te gustaría abonarte a los estadios más borricos de pensamiento y dar rienda suelta a una compulsión masturbatoria —mando a distancia mediante— entre el par de ojos miopes y la pantalla, que aunque ya ni se alimenta de cátodos ni tiene curvas de caja, sigue siendo todo lo idiota que cabría esperar.


Por eso combato esta atonía domínica —y sí, he dicho "domínica"— volviendo la mirada mustia otra vez a las primeras páginas de Muerte a crédito, del hijo puta de Céline. Hijo puta por lo cabrón de persona, ruina humana que fue toda su vida, pero aún más hijo puta por lo pedazo de escritor que será siempre, que es lo que de verdad importa y me la pone dura. Leerlo, aunque sea con esta desgana en los párpados, este a medio gas de tarde frustrada, me rellena un nivel el depósito de la acrimonia, que equivale a decir que tal vez mañana, si no chispea aquí afuera ni en mi maldita chola, hasta me encuentre en condiciones de escribir una entrada que no sea el acostumbrado torpedo a la propia línea de flotación.