Resistencia en el flanco débil

diciembre 30, 2009

Si la mochila ajusta...

Ya ven, perdiendo el tiempo con el Photoshop en lugar de dormir las horas que a uno le pide el cuerpo. Les invito a hallar las diferencias que, a la vista está, no llegan a siete...




Imagen: José Ortiz, 1986



¿Y total para qué? Para perpetrar barbaridades... Como de costumbre.

diciembre 27, 2009

Emiten Piratas del Caribe 2, o lo que es lo mismo: La Disney méandose en William Hope Hodgson


1) Artículo sin desperdicio de José Ramón Vázquez en Prospectiva: ¿Steampunk, Retrofuturismo o CF Vintage... Quién da más?


"Al rebufo del éxito que está cosechando el steampunk han aparecido dos nuevas visiones retrofuturistas, que cambian la energía que mueve la tecnología imposible y, por supuesto, las constantes propias del escenario. Quizá las más pujantes hoy día sean el clockpunk (en la que los mecanismos de relojería y las invenciones de Leonardo son de uso cotidiano en el Renacimiento) y el dieselpunk (radicado en el periodo de entreguerras con el art-decó y las dictaduras nazi y stalinista, aunque en amplio sentido podría entenderse obras como Mad Max dentro de la definición), aunque de acuerdo a este espíritu y clasificación no es descabellado que un futuro surjan términos como atomicpunk (del que la saga de videojuegos Fallout sería un claro exponente) o stonepunk (encabezado por Pedro Picapiedra y su uso de dinosaurios como objetos tecnológicos de uso cotidiano)."

No hay nostalgia peor que añorar lo que jamás sucedió
José Ramón Vázquez

2) A través de El Sitio me entero de que el fantasma de las navidades futuras se adelantó una barbaridad y se nos llevó al gran Dan O'Bannon, guionista de un montón de películas grandes del moderno fantástico; Alien, Dark Star, Muertos y enterrados, Heavy Metal, Lifeforce, El regreso de los muertos vivientes, Invasores de Marte (1986) y Desafío total, entre otras.


3) Sombras de Edgar Allan Poe (1):



y 4) Fragmento (literal) para la saca: Alimentar la mente de Lewis Carroll, Gadir Editorial, 2009.




diciembre 25, 2009

De cuando tenerlos bien puestos no era políticamente incorrecto...



En la navidad más que en cualquier otro calendario se hace bueno el dicho aquél, ése que canta: a cada cerdo le acaba llegando su San Martín... Miren si no lo de Berlusconi el otro día, ¡zas!, en la boca; y ahora lo del Sumo Padre Ratzinger, besando el suelo, sí, la lona, pero a lo bestiajo y en modo involuntario. Está claro que en Italia están que lo tiran, que andan con la iconoclastia por las nubes y hasta los cojones de mamonadas, con ese afán de navidulear el mundo que ya les dio allá por el 45, cuando colgaron a Mussolini y la Petacci a curarse al sol en plan pernil camisa negra con denominación de origen. Pena que hoy día para darle a los tiranos y demás impresentables de turno lo suyo, sin por ello caer hasta los restos en la casilla del talego, previamente se habría de desatar una guerra, mundial a ser posible, con mucha profesión de barbaridades explosivas y sangrientos sinsentidos, abundante en crímenes contra la humanidad y demás genocidios. Y no parece estar el horno para semejantes bollos, aún... El tema, empero, no es tanto saber que antes o después, cabronaco o no, hideputa o no, te van a acabar dando pasaporte. La cuestión reside más en qué clase de jamón se va a convertir uno. No sé ustedes pero yo me siento cada vez más perro verde, más extraterrestre, alienado y ajenado y exógeno de todo cuanto se suele convenir por vida, por existencia, por mundo. Me la suda un poco todo y me resbala todo un mucho. De ahí, por supuesto, el largo silencio, este inescribir de prácticamente dos meses que fue hasta ahora y aquí, que aquí y ahora tengo el mal gusto y el indecoro de destruir. Espero me excusen el ripio y la cursi eufonía, este finolis esteticismo barato y de marca blanca, si les confieso que al menos el tiempo lo empleé en la mayor salud que puede haber, esto es, leer cosas chulas, de bien ponderar, que a nada bueno conducen, cierto, que a ninguno salvarán de la quema, pero que ahí están. Como Berlusconi-Nosferatu, que ahí lo tienen también, está visto, ardiendo en deseos de ponerse a las órdenes de la autora de cul(t)o por excelencia, la de los chupasangres fashion, Stephenie Meyer: de aquí a seis meses disponible en sus librerías y la próxima Pascua en sus pantallas... Qué bonito es el mundo sin el olor del napalm por la mañana... ¡y qué soplagaitas!

octubre 29, 2009

De pedidos al río



Yo es que lo asimilo todo del revés, a contrapié, un poco como el tiburón aquél del chiste, que nadaba para atrás y vomitaba personas, fíjense qué hallazgo, maravillas, más que del rewind, del ingenio idiota, que hay mucho por ahí y muy bien repartido. De modo que alguien mencionó al manco de Lepanto no sé dónde y a partir de ahí ya mi mente antónima se puso en harina: la noche siguiente soñé que era un provecto y orondoescente Don Francisco de Quevedo y Villegas, y que dos de las tres piernas me hacían declive. Ahora que está por venir el día chorra de todos sus muertos, Los Muertos, qué menos que llenarme la locura de honores para con este ilustre cadáver, maestro de cinismos. Hablando de cojitrancos, ya por desvariar, me dice el diablo bueno y cojuelo del vecino de arriba que si no estoy ya más que harto y yo como si oyendo llover, ni caso, pero el tipo contraataca, se me pone pesado, en plan tenemos la mejor oferta en telefonía para su body, cómo se atreve usted a rechazar que le perdone la vida... A lo que respondo de qué: "¿de qué debería andar hasta aquí, mamarracho?". Me suelta que soy gilipollas, que tome el dinero y corra, a vivir y follar y zampar pralinés, que son dos días, para qué amargarse el entremés con tanta bilis... Nos ha jodido el aladino de los huevos, que tengan que correr por ahí sin bozal semejante turba de iluminados, con la de gente guapa que anda en el paro. Enseguida lo espanto de un manotazo, luego otro, tres, uno más, van cuatro, pero no sirven, dispone, al parecer, de radar a la cornamenta incorporado. Le vaporizo orín de gato en la tochana, a ver si ahueca, y eso sí lo desanima. Se desustancia acto seguido echando pestes de mis muertos, Los Muertos, y algún que otro mefistofélico pedo de propina. Hiede a hospital y a sala de espera: a inesperanza y cafeína. Sobre este particular, el del metano a traición, si seguimos a Quevedo y le damos la vuelta que más nos avenga, el pedo es un regüeldo dichoso que por buena ventura consiguió dejar atrás la bocaza y llegar al ojo del culo. De modo que no se me sorprenda ninguno si cualquier día de estos me planto y me fulmino con cualquier chiquillería. Que no, que no, que esta vida es todo aire enrarecido, me parece, pirotecnia maliciosa y mucílago en el alma rebasada la treintena. ¿Para qué alargar? No hay reserva ni hay conmiseración. Con una superfortaleza B-29 lo arreglaba, nos mandaba a todos allí donde el pedo pierde cuerpo a costa de nombre. Gas fuimos y en gas nos convertiremos. Y además, no sé, me parece que Carla Gugino ha perdido tetas, y esa es ya una recesión glandular que no puedo ni quiero aceptar. A la mierda.


octubre 27, 2009

Cravan ¿golpeador?



Viéndolo así, inmortalizado por la camarografía de entonces y facturado por youtube para que lo ría el mundo, el bueno de Arthur Cravan no parece ir mucho más allá de un monstruo de final de pantalla de videojuego de aquéllos, de hostias como panes, Final Fight, por ejemplo. Y un boss final, además, de los mediocres, de los primeros con los que te las tenías, de los de petarte con poca o ninguna dificultad. No extraña nada, visto lo visto, que los combates de verdad, contra boxeadores con todas las letras, con tablas, con técnica, con puños como tifones, los perdiese todos, del primero al último, aunque también está la posibilidad más que solícita de que se dejase ganar ex profeso, porque había apostado contra sí —asumiendo que la vitoria no estaba entre sus posibles—, y ello le proveía del dinero suficiente para ir tirando un tiempo y seguir de este modo sin pegar palo al agua, que al cabo era lo que importaba. Porque los intelectuales convencidos, letraheridos, diletantes y demás fauna de la bohemia, cualesquiera, los de ahora como los de entonces, lo último que quieren en la vida es trabajar. Y Cravan no fue esa excepción a la regla que confirme el axioma. Cravan fue sobre todo un querer y no poder. Un saberse en la ruta y en la encrucijada sin permitirse, por ello, dar un solo paso en dirección alguna. El marasmo lo devoraba. Todo era y a la vez nada era. Mejor crítico que poeta y mejor poeta que boxeador, por el sencillo hecho de que era difícil ser en nada peor que con los puños, su especialidad primera, no obstante, fue la provocación, quién sabe si por aquello de tener a Oscar Wilde en alguna perdida rama del árbol genealógico. Luego, llegado cierto punto de ignición, de masa crítica, atenazado por el miedo a las trincheras, su único impulso fue la huída hacia adelante, fabricarse a trampantojo esa insólita biografía y esa mistérica muerte —un poco al estilo Rimbaud, pero con menos clase—, que ganasen para él y para su memoria la posteridad que sus letras jamás le granjearían. Del hombre que tuvo por bandera que su felicidad no estaba en su cerebro, "está en mi juventud", no cabía esperar otro legado: todo brillantes promesas por confirmar... Claro que cuántos hay que ni siquiera prometen.


octubre 20, 2009

Sólo hubo un Kerouac, nena...




Como individuo en esencia mortal y transitorio, basado en el carbón y sujeto, por tanto, a la extorsión de la genética y los malditos cumpleaños, los grandes edificios filosóficos y ontológicos me llaman la atención sólo lo justo y el papel higiénico lo uso para lo que lo usa casi todo el mundo; llámenme convencional. Me interesa y me embelesa mucho más la subjetiva, detenida mirada sobre las gentes fugaces y sus fútiles observancias del yo, cada cual el suyo, intransferible y singular, aunque no por ello reseñable, digno ni de lapidaria ni de posteridad. Por ejemplo: en tiempos como los de hoy, que ya ni corren ni vuelan, que discurren todos por fibra óptica a velocidades que le huelen el culo cagado a la de la luz, tiempos, como digo, tan marcianos y alienígenas, tan tóxicos y metastásicos, tan del otro lado de yo qué sé qué aberrante moral, que las gripes pandemias ya ni se toman la molestia, más que para quitar caras indeseables y tumefactas de en medio sirven para vender periódicos, digitales y no; me sorprende, como decía o intentaba decir, toparme de bruces con esto, por un poner: autoproclamados nuevos hippies, melancólicos trasnochados, sin un ápice de sentido del humor, algunos, para más inri, aquejados de astringente vaginismo mental y genital... Me ocurre como con lo del abuelo y cuando Franco: creía que estas cosas no pasaban. Pero resulta que sí. Y es que hay turba que no aprende la lección hasta que no tiene en su haber un primer quirófano: y ésta es: que el váter es para leer y cagar. Y la vida puta, con talento o sin él, para reírla y follarla y después besar la lona.



octubre 14, 2009

Yo sobreviví a George Romero aka Lo zombi apesta

El problema está en que ya no me creo nada, la culpa es mía, por supuesto, que no aprendo, que a pesar de tanto descreimiento y tanta conciencia de la sinrazón sigo de cuando en cuando alimentando el fuego de alguna suerte de esperanza, de cochino delirio. Un estado carencial que no se aventa ni con litros de danacol por vía intravenosa. Porque no, lo que es es porque no puede ser de otra manera, y todo esto lo que es es una ratonera, una trampa para turistas sin solución de continuidad. Ramblas barcelonesas. Y que las apariencias no engañan más que lo justo, qué carajo.



La última de Romero, por ejemplo, que sienta como una patada en la boca del estómago vacío, es un tostonaco y un desvarío. Con estos hombres que pretenden alargar sus luces más allá de la elasticidad de la célula suele pasar esto. Caminan lento y caminan torcido porque ya la próstata les es más lastre o amenaza oncológica que un gonadismo. Y así ni se puede trabajar lúcido ni se puede rodar tranquilo. ¿Survival of the dead? ¿Pero qué coño es esto? ¿Un manifiesto provida? ¿Un libelo antiabortista? ¡Venga, hombre! Vuélvete a la granja a cazar patos o pide hora para el urólogo, pero déjate de andar jodiendo al personal que estas basuras.

El zombi en sí, como arquetipo cinematográfico o fuente de horror preternatural, la verdad, me la ha traído siempre bastante al pairo. Ni observa empaque ni tiene ferocidad. Le falta carisma en las más de sus veces. Ni que decir tiene que esta nueva fiebre por todo lo zombi que está por inundar hasta los inodoros del Tíbet se me antoja una burricie de lo más snob. Y si a eso le añades que el buen anciano Romero lleva ya la friolera de cuarenta años cambiando de discurso pero cargándoselos de la misma condenada manera, esto es, a base de escopetazo en la mochera y piernas para qué os quiero, pues qué quieren que les diga, llega el momento en que va uno se harta y pide la cuenta... ¡Ah! y tiembién está lo otro: el cuento del horrorwestern crepuscular para quien se lo crea...



Más cosas. Los zombis, cuando son nazis, ya no son zombis, son NAZIS. Y punto. De modo que el carisma que pierden por ser zombis se lo recupera el uniforme de la Wehrmatch, y si a ello le sumas una esvástica ya el conjunto sube puntos. Por lo que a mí respecta, la peli de zombis nazis que me pone palote aún no se ha rodado. Yo quisiera ver a legiones de soldados alemanes zombificados echando a los aliados a patadas de Normandía, ahogando al puto Tom Hanks en las sangrientas aguas de Omaha Beach con la sobrehumana fuerza de sus cadavéricos brazos. En plan superproducción y con Jürgen Prochnow haciendo de Marsical Rundstedt. Pero hasta ese entonces Dead Snow puede ser un buen aperitivo: la cosa es una coña —noruega— marinera, un entretenimiento teenager sin parangón de lo más divertido. El no tomarse en serio en ningún momento puede acarrear estos réditos. Para bien o para mal, este ya sería otra debate, la sombra de Sam Raimi es más alargada que la de George Romero.



Ahora bien, lo que de verdad me atormenta es esto: aquí estoy yo, escribiéndoles el sucio contenido de mis circonvoluciones por amor al arte, y allá todos ustedes, leyéndome, ensuciando las suyas sin cobrar ni pagar por ello. Esto no cabe entenderlo sino como perversión. Un decadentismo idiota.





octubre 06, 2009

Ne te retourne pas: De bollo a bollo y tiro porque me toca...





No, si yo lo entiendo, el buqué es el buqué, a cada cual lo suyo y al césar un diezmo de lo de todos, pídele al público de la Berlinale que te aplauda inventos como Vampire Girl vs. Frankenstein Girl, por ejemplo, aviados estábamos. Así que sí, sobre buqués aún no hay nada definitivo, sobre todo si hablamos del francés, le bouquet, ahí es nada. Conque no me extraña, el personal venía, a lo mejor, de ver The Hole, el último Landis, y después de comer, con la digestión a medias, la caraja de sobremesa en ciernes, van y se meten a ver Ne te retourne pas, con un par. De cojones, cierto... sólo que el asunto resultó ir de lo otro, la cosa iba de ovarios... A los cuarenta minutos de proyección cierto nada despreciable porcentaje del respetable ya andaba como soliviantado y sin saber dónde mirar. Y es que la paciencia en la butaca también se cultiva, también se entrena, es como un músculo, y este cine hipertrofiado y frenético y de mierda que nos meten en vena es su némesis y es su veneno.


Yo por mi parte, me lo pasé pipa, no voy a decir que el películo en cuestión es obra cumbre ni cosa fetén, ni levanta caminos ni salva vidas, pero pipa sí me lo pasé, que al fin y al cabo es de lo que se trata, detalle a no obviar. Historia de chichis intercambiables y bollerío castrador, Ne te retourne pas actualiza y desnaturaliza el mito stevensoniano, ahora Doctora Tetas francesas y Miss. Potorro italiano, hasta dejarlo en flujo de borrajas, tampón y tentetieso. L'amour pour l'amour, siempre que sea sáfico, y lo demás no vale nada: ni hijos, ni marido, ni madre ni Dios que los asista. Hay que tener muy claro por dónde cae venus para enseñorearse en semejante valentía. Eso y tener muy el horno para bollos...


¿Se me hizo sólo a mí o Marina de Van se quedó a medias de la que fue su intención primera, que no fue otra que la de enseñarle las tetas al Auditori Melià en pleno, conformándose al final, quizá por pudor, tal vez por sano juicio, con un striptease de hombros para nada sutil? ¿Qué le dieron a beber a esta bonica chica-mujer en la comida? En cualquier caso, las tetas las acabó enseñando. Si no las propias sí al menos las de su par de actrices, Bellucci, Marceau, dueto lúbrico y tumescente con el que todavía debe andar ensoñando sus noches la de Van. Yo por mis partes todavía tengo clavados a fuego en mi cerebro y mi entrepierna los pezones de acero de la Marceau, ametrallando la sicalipsis del respetable en todos y cada uno de sus planos. ¡Bravo!, ¡bravo! Me da la vena de ponerme en plan cabrón, empezar a desarrollar intitulaciones y marcarme unas risas: El sueño del coño loco, Dos calientapollas y un destino, Tijereteo, luego existo, ¡Que no follo!, ¡NO FOLLO! o New flesh lesbos son las que primero me se me deslizan así a bote pronto. Y me freno ya, que me pierdo.



Sophie Marceau + Monica Bellucci = ¿Uruk Hai?


En la lista de debes, si acaso, mucho más que el desarrollo moroso de la historia, cabe achacarle el haber perdido los papeles a medio camino, se le cayeron las letras del scrabble a mitad de guión y al final no sabe uno con qué carajo de alfabeto le están intentando timar. Eso y el querer domesticar la herencia cronenbergiana; amiga Marina de Van, la Nueva Carne jamás fue ni debe ser un discreto encanto de la burguesía... Y bueno, también ese final, hija mía, que es de un típico-tópico que apesta a tres cuadras. Qué le vamos a hacer.

Pero bien está lo que bien acaba, y si se encienden las luces y te descubres —o te descubren— con una amplia sonrisa priápica en el rostro, qué más puedes pedir... Bueno, pues ya que estamos y nos ponemos a ello, además del plano de la Marceau con un ojo a la Bellucci, que no está mal y desconcierta lo suyo, oigan, este servidor hubiese agradecido también un intercambio similar a la altura del busto, ya me entienden, una teta de cada, para contrastar texturas e invariaciones, así, en plan entomólogo y bonus track, pero si digo esto seguro que se me subleva la basca y enseguida me quieren quemar... ¿Cómo? ¡Ah! Que ya lo he dicho... Pues vaya.


Sólo ellas, los hombres a un lado...

septiembre 26, 2009

War fever









Digo yo que será la vejez, este hacerse mayor y toda la mierda, esa tiranía de la célula y su rastro de renuncias a lo largo del sendero caminado, como migas de pan más quemado que tostado, pero es una certeza que me aventa las ya muy contadas inquietudes que podrían, tal vez, conducirme a cierta dosis de coraje: cada vez son menos las noches como esta, de esas que me gustan, a cara de perro con mis entrañas, la eternidad y demás prosaísmos de baratillo. Puede que se me estén acabando las pilas, cierto, que me esté desmoronando, cierto, pero me sigue poniendo cachondo sacar la artillería a pasear, por qué negarlo.




Mientras me pregunto qué fue de mí, del yo que fui no hace tanto, sin alcanzar a responderme otra cosa que sandeces de un dogmatismo supinador, deambulo pronador y más bien cojo por el barrio chino de mis creencias e irreligiosidades. De tanto cagarme en Dios y su puta madre noto cómo empiezan a perder su fuerza tanto el exabrupto como la potencia de mis rencores, ese combustible indispensable para aquella máquina de odio que tanto me precié de ser. Desayunar dulce todos los días y dormir las horas necesarias por fuerza ha de dar al traste con los incisivos aserrados de tu ira.




Lo peor, con todo, es el inaceptable número de bajas en las divisiones del sentido del humor, perder poco a poco la capacidad de reírse hasta del apuntador es tentar demasiado a la suerte, antes o después te acabarán cazando de puro expuesto... Llegado a este punto no me ha de importar en absoluto reconocer mi insania moral así como mi esencial anhelo de traición. Quiero cambiar de bando sólo para seguir perdiendo, una tras otra, todas las batallas. Robert Capa con la chaqueta cambiada. Hemingway con guerrera alemana. Eterno corresponsal del hundimiento.



Por lo demás, que no me venga nadie con más cuentos ni más milongas, la Connelly me sigue pareciendo todo lo buen bocado que se me antojó siempre, etéreo a la par que elegante, tan ensoñable y febril y por entero inguinal, sobre todo en lo tocante al 99,9 por ciento periódico de su orografía no espiritual, esto es, empíricamente catable. Eso y que abandono por fin el agnosticismo, me convierto al credo del Padre y Dios Sergio Leone: fe la suya de miradas definitivas y gabardinas terminales.



septiembre 20, 2009

Inglourious Basterds: Reescribiendo la Historia con el cuchillo...





Le va viendo uno, con la práctica, la utilidad a todo este invento infumable del tener púlpito propio desde el que venir a soltar cada cual su particular mierda, sin tener que pagar o cobrar por ello además, éste es el dato importante, y es que así a bote pronto la libertad para aflojar el intestino parece ilimitada: obviedades, perogrullos, cretinadas, subterfugios cartesianos, mamonadas de variopinto color y los más exóticos aromas. Todo cabe en el sumidero, precisamente por eso, porque nada de lo vertido va mucho más allá de la cloaca. Escribanías de videar y olvidar. Y si usted está leyendo esto lo más seguro es que también forme parte del invento, que no del negocio, de modo que compadézcame en tanto le compadezco, que ninguno de estos minutos que aquí perdemos usted y yo los recuperaremos.


Así las cosas, gratis como nunca ladrar rabia a los cuatro vientos, potar por boca de ganso, enseñorearse en la propia y supina ignorancia y el peor de los estilos, abonemos pues este barbecho de medianía con otra ración de pensamientos extemporáneos del todo prescindibles...


Así, por ejemplo, volviendo a la kinematografía moderneta que nos pintan las carteleras, tal y como anda el percal, das las gracias si te topas de tanto en cuando con algún producto, repito: "pro-duc-to", que no te pida mirar la hora a la media de proyección. Tan bajuna y mierduna la cosecha que yo ahora mismo al cine no le pido sino una sola cosa, por favor, que no me aburra. Lo demás es discutible e incluso negociable. Pero, ¡por Dios y su puta madre te lo pido!, no me des el palo con la vara del tedio, cabronazo... Y lo que no le perdono, que me trate de idiota, esto es, de americano medio. Ahí sí que no habrá cancha ni hoja de reclamaciones. Conque si ni me insultas ni me duermes, habrá diálogo, tal vez...



Me comentan por ahí que me pasé con mis elogiosos predicamentos para con Distrito 9, sorprendentes sobre todo viniendo de mi persona, que por lo visto empieza a figurar en según qué mentideros por no dejar títere con cabeza, fuese ésta de quien fuera. Pues bien, amigos, no les quitaré razón. Quizá la de bichos sudafriquenses se me antojó mejor de lo que es en realidad porque me supo a ligeramente superior a la media de bazofia que de ordinario nos echan al comedero. Que sí, no se lo discuto. que el guión tiene negros como agujeros de bala, que la última media hora es otra ensalada de tiros como tantas otras en las que siempre me cago, que los actores son pestíferos y sin posibilidad de redención. Se lo concedo todo... Pero yo venía de ver Gamer, queridos, una puñalada trapera a la retina de la que lo mejor que se puede decir es que copia con gracia Perseguido de Paul Michael Glaser por la sencilla razón de que es humanamente imposible excretar una diarrea peor que Perseguido de Paul Michael Glaser, supongo que me explico...


Si quieren ver cine con arrestos, con cojones en pantalla, literales y no, entonces gasténselo en Anticristo, aunque ya aviso y no por eso escaparé a la posibilidad de ser traidor, a la mayoría de los que se atrevan no les va hacer ni puta gracia.


Si de gracia hablamos, de lo que se trata es de partirse la caja, mejor la última del Tarantino, ese geniecillo cabrón de quijada inabarcable. Igual que dije en su momento que Death Proof me pareció una patada en los huevos escocidos, con tanto diálogo chochifláutico e hipermétrope, les digo ahora que Malditos Bastardos me puso dura la tranca de la fascinación. Claro que déjense de mestizaje de géneros, fusión de tributajes, westerns bélicos y la puta cahiers du cinema. Sergio Leone y Brian De Palma aquí son lo de menos. Tarantino ya no hace cine. Hace tebeos para adultos a 24 fotogramas por segundo. Bienvenidos al primer Hazañas Bélicas en imagen real. Estas cosas sólo las tiene la hipermodernidad.


Me gusta lo redondo de la historia, lo gamberro y lo canalla, y me gustan los diálogos de Tarantino cuando Tarantino se olvida de decirse a sí mismo a cada momento: soy el mejor escritor de diálogos de la historia, amigo, y podría noquearte a base de díalogos pedantes y snobs a poco que me lo propusiera, así que no me jodas... Y sobre todo me gustan Brad Pitt mandibulorro y su compañía de bastardos caracartones; todos los personajes, del primero al último, son tan cuadrados y planos, tan sin tibiezas ni matices ni que ocho cuartos, puro cliché y basta, que enseguida te llegan a lo hondo de la mandíbula batiente, llamando al apego entrañable y a la adhesión incondicional. Como ha de ser, coño. Así eran los tebeos con los machos bien atados, de cuando ni el palabro "cómic" ni el eufemismo "novela gráfica" llenaban la boca de ningún sabihondillo intelectualoide de arrabal.




Con la sola diferencia de que Tarantino actualiza el software mítico de aquel bolsilibro a los estándares de nuestro siglo 21, en el que los malos son unos hijos de puta de la peor calaña y los buenos son también unos hijos de puta de la peor calaña, y las rubias inocentes igual y los judíos también, y así hasta la náusea, todos mueren y al final sólo quedan los buitres y los cuervos, nosotros espectadores, saboreando los exquisitos cadáveres. Si hay algo que nunca se le podrá echar en cara al bueno de Quentin es que te hable como si fueses retrasado o adicto al pegamento espirituso, y eso ya bien vale esta misa.


septiembre 18, 2009

Y es que churumbelear el mundo no debería ser una opción...



No crean, no, que me pasa desapercibido; me estoy volviendo un poco puta y eso es algo que a ustedes no sé, ya me imagino que no, pero a mí me da que pensar. El sueño no, el sueño no alcanza a quitármelo porque para eso ya está el churumbel del vecino, que hace ya algún año que dejó de ser bebé pero que sigue berreando el mundo como si tal cosa. A mí me da que es un llorar por joder, sin más motivo que la pura y esencial voluntad de romper los cojones de Dios a base de desgañitaciones. El cabezón es listo, se ha dado cuenta: los padres —como ocurrió con los otros cuatro hermanos, alguno de los cuales aún berrea lo suyo también, el hideputa—, los trajeron a este mundo berraco para trabajar y no otra cosa que trabajar, partirse el espinazo y así mantener entre todos el tejado del nuevo e inmigrado hogar en su sitio cuando de aquí a unos años a los próceres poco amigos de los profilácticos les suceda la vejez. Así que el canijo de marras, que de tonto no tiene un diente lechuno, sabe que le han jodido para los restos, de modo que su venganza es llorar. Llorar y llorar, hasta astillar las rodillas de mi paciencia.

Discúlpenme si no les respondo los sus comentarios en el tiempo y lugar estimados, pero es que noto las sinapsis como disociadas y muy amigas de lo disléxico las últimas semanas, el ingenio, lo que se dice, "de bureo", que es una expresión de lo más coloquial que siempre me agradó lo suyo, que si no la utilicé antes no fue por aprensión, dentera o mal talante, es que sencillamente no hubo lugar.

Por eso, les digo, no me hagan caso ninguno y omítanme todo cuanto esté en su mano, o en su defecto todo lo que alcance al su ratón digital, que estoy aquí como podría estar en cualquier otro sitio, a verlas venir y como si tan fresco.

Cada vez que me pongo así de idiota me viene un reflujo como de Robert Walser y sus microgramas de pirado. No es que me esté poniendo a su altura, ojo, no al menos si de lo que queremos hablar es de calidad de escritura. Yo no escribo sino mierda y procuro no encasillarme en ningún otro género... Si acaso en locura, eso sí, en locura y cabeza para tirar a la basura ya me voy acercando. El caso es que hay que joderse, a veces añora uno aquellos años, de cuando leía a Walser, se creía tan infeliz como un girasol con cataratas, y no hacía más que acercarse la panza del gato ronroneante a la oreja, cual si una caracola de esas de radiar el mar en diferido, por ver si aquel día oía llover no sé dónde demonios...

septiembre 13, 2009

Una de miedo, otra de bichos y la otra... de mierda

Tiene guasa el asunto, no se ha hecho nunca cine tan malo como el que se hace hoy en día, ni siquiera cuando los hombres miraban el recién inventado kinetoscopio como miraban su monolito negro los simios de Kubrick, rascándose las simias cabezas, las simias barbillas, preguntándose "¡¿pero qué coño?!"; ni siquiera cuando los hombrecillos y las mujeronas de bien de finales del XIX huían enloquecidos de la máquina de vapor y se reían de los obreros esclavos saliendo de la fábrica se hizo peor cine que hoy día, más de un siglo después, cuando tenemos hasta el más imposible de los decorados al alcance de un simple clic de ratón, a pesar de lo cual yo últimamente voy al cine más que nunca, y eso, lo sé, tampoco dice mucho en mi favor, pero es un modo tan pésimo como cualquier otro de entretener la espera de este artefacto absurdo e imbécil que es la vida, para colmo, con las instrucciones tan mal traducidas.



¿Lars Von Trier "homenajeando" a Cronenberg?



Supongo que si Sam Raimi y Bruce Campbell hubiesen nacido escandinavos e hipocondríacos Posesión Infernal les habría salido tan divertida como una patada en el escroto, pero de un guapo y un ensimismante considerable y hasta de agradecer. Esto es Anticristo. Lástima no tener en mi haber de visionados los suficientes Tarkovskys como para saber hasta qué punto Lars von Trier homenajea o copia o sencillamente se hace una paja, lo que está clarísimo es que uno casi puede sentir el estentóreo carcajearse del realizador danés a costa del respetable, lo cual, bien mirado, no es sino lo que tiene por cotumbre. Entiéndaseme bien o en su defecto lo justo: no es que esté diciendo que Anticristo apesta o algo por el estilo, la película es de lo mejorcito que me he tirado a la cara en cine enfermizo desde que David Cronenberg decidió autoexcluirse del cine con arrestos, es sólo que al final me acabó ganando la sensación de que ni siquiera Trier tenía demasiado claro a qué estaba jugando ni por qué caballo había apostado. Antricristo es una experiencia estética poderosa, una crucero de sensaciones extremas y de múltiples senderos de interpretación que en último término, sin embargo, no sabe en qué puerto atracar quizá porque Trier, su capitán, no quiere renunciar a ninguno, y eso, pienso, acaba por convertirse en lastre si lo que seguimos pretendiendo es contar una historia. Si no, entonces ya estamos hablando de "cine abstracto" y en ese caso habrá que hacer tabla rasa y afilar el hacha iconoclasta...


Distrito 9 es otro cantar. Si yo fuese uno de esos mercenarios escritorzuelos de frasecillas de contraportada y lapidarias publicatarias sin escrúpulo ni vergüenza diría que Distrito 9 es Black Hawk Derribado + La Mosca + Grita Libertad y me quedaría tan ancho, pero de momento no he llegado a semejante grado de facilona berraquería. ¿O sí?




Pero algo habrá que decir, supongo, de modo que me decantaré por decir que Distrito 9 es lo que queda del cine de acción cuando el cine de acción se ha convertido en simple videojuego, lo que queda del ciberpunk cuando el ciberpunk ya ha muerto y lo que queda del gore cuando la sangre en pantalla ya no inmuta ni a las abuelitas de la caridad. Ciberslapstick con mensaje, si es que nos abandonamos a las etiquetas de improvisación. Los niveles de radiación infográfica son tolerables e incluso vehiculan la historia en lugar de ser un fin en sí mismos, el tono de comedia basta y cartoon desatado oxigena el conjunto y las abundantes dosis de destrucción y casquería terminan por dar el toque fetén a una de ciencia ficción que, pese a no ser ni mucho menos redonda, significa toda una corriente de aire fresco en el empantanado panorama del género. Se nota la mano de Peter Jackson y se nota que hay pocos yankis de por medio, lo que ya no debe entenderse sino como bendición... Y además contiene crítica social, oigan... ¿qué más se puede pedir a estas alturas de estropicio?



¿De verdad queremos hablar de cine yanki? Pues hablemos de cine yanki, hablemos de lo que entiende la gran industria por ciencia ficción, sabiendo de antemano que las comparaciones son odiosas precisamente porque no dejan lugar a la incertidumbre, hablemos, pues, de Gamer: ese vacuo lefarazo infográfico y pirotécnico de un adicto al Counter Strike con la bragueta floja y el bolsillo lleno de monedas... O mejor, no hablemos de ello. Todos sabemos que no vale la pena.

septiembre 09, 2009

Bukowski consiguió decepcionarme al fin...


Aunque soy injusto, claro, él no tiene la culpa. Si acaso su mujer, Linda, y John Martin, su editor y sin embargo amigo, registrando los cajones del muerto como posesos, los muy cabrones...


Acabo de tirar media taza de café sobre el teclado y lo he dejado todo hecho unos zorros. No estoy cabreado por el estropicio en sí, más bien por lo que implica, esto es, que cada día que pasa tengo más claro que incubo el mal de la vaca loca: ya ni puedo retener los líquidos en su debido lugar... He tenido que cambiarlo, al teclado me refiero, porque cuando presionaba "r" escribía "rt", cuando hacía retroceso salía "ç" y cuando picaba "q" me hacía Escape, y la vida todavía no me ha alcanzado para aprender klingon... Ahora tecleo con uno que tenía tirado por ahí, un teclado que es una mierda, por supuesto, porque tiene las teclas muy pequeñas y esquivas y como maliciosas, y yo por mi parte tengo los dedos muy gordos y como hastas las trancas de Parkinson, así que cada vez que los hago copular, mis dedos morcillones con estas teclas cochinas, ocurren cosas miserables y asquerosantes y del todo deleznables que entregan en bandeja mi hígado y cuarto y mitad de mi páncreas a los mil demonios. Conque lo más probable es que ni siquiera termine este post y el resto de la tarde tenga que ocuparla en ir a la tienda informática más lejana, a proveerme de un teclado nuevo... y también de un monitor.


Pero vamos a lo que se cuece. Pongámonos en situación. Estos "nuevos poemas" que Editorial Visor nos ofrece al nada módico precio de 18 eurazos —incluidas las múltiples faltas de ortografía y erratas ortotopográficas cortesía del prologuista y traductor Eduardo Iriarte sin aumento del PVP, hay que ver qué cortesía la suya, amigos— son los que Bukowski no quiso publicar en vida, condenándolos al cuarto oscuro de la vergüenza. Pero esto ya lo he dicho antes: no cometas el error de cascarla sin quemar previamente todos tus papeles, toda tu maldita biblioteca, o los humanos sacos de huesos que queden detrás se ocuparán de joderte vivo —bueno, joderte muerto, sí... pero joderte bien al fin y al cabo—. Me cago en vuestros muertos, del primero al último.


La gente parece flores al fin son más de 300 páginas de poemas las más de las veces mediocres, si se quiere, a veces ni poemas, sólo tostones en verso que fácilmente podrían ahorraros el presupuesto semanal en dormidina. Por supuesto, Bukowski, para bien, para mal, es siempre Bukowski, y quien tuvo retuvo, aunque ni él mismo pretendiese retener nada, porque ni lo dio a la imprenta ni pensó que vosotros, pedazo de fenicios adevenedizos, amigos, familia, teníais planeado mearos en su tumba por siquiera algo más que los treinta denarios de rigor.


De modo que pese a todo hay poemas rescatables, fragmentos rescatables, como "Gente cual flores", "El minuto", "Asidero en la oscuridad", "No soy ningún Cagney", "Tres", "Dientes blancos perfectos", "El ataúd de la creación", "El suicida", "Tras recibir un ejemplar de colaborador", "Escribes muchos poemas sobre la muerte", "Nuestro profundo sueño" y "Se pone el sol", amén de algunos más que no pongo a fin de no seguir mareando la perdiz. No obstante la sensación final es de desilusión y de disolución. Un Hank francamente desdibujado. Es Bukowski pero no es él: o mejor, es el peor y más pálido de los Bukowski que yo he conocido. El Bukowski que yo conocí, el que él mismo se encargó de vender y tan bien supo vender, hubiera corrido a hostias a su editor y sin embargo amigo y sin embargo Judas Iscariote, John Martin, tras pillarlo hurgando en sus papeles póstumos. Creo que me explico.


Así las cosas, este libro de "nuevos poemas", de últimos poemas, de poemas que jamás debieron ver la luz, será el perfecto caballo de batalla para todos aquellos, legión, que día tras día combaten a Bukowski como si fuese la mismísma peste. Una resquebrajadura en la muralla a través de la cual colarse y una vez dentro pasar la entera ciudadela a cuchillo.


Como a estos últimos no es cuestión de darles facilidades, ellos solos se bastan y sobran para ir minando poco a poco su obra, tantas veces sin haberla apenas explorado, dejo aquí este poema del propio Hank que tan al pelo viene para aquellos que han propiciado un libro como éste, todos aquellos que diciendo trabajar en pro de Charles Bukowski no han hecho otra cosa que socavarlo. Lástima que los dividendos obtenidos con semejante latrocinio no se los vayan a poder gastar en los medicamentos que tanto necesitan: no hay vacuna contra la estupidez.




ADIÓS, AMOR MÍO



mortal ceniza de todo
lo hemos vapuleado hasta hacerlo pedazos
le hemos arrancado la cabeza
los brazos
las piernas
hemos cortado los órganos sexuales
nos hemos meado en el corazón

mortal ceniza de todo
en todas partes
ahora las aceras son más duras
los ojos del populacho más crueles
la música de peor gusto

ceniza
sólo me queda pura
ceniza

primero nos meamos en el corazón
ahora nos meamos en la ceniza.

Charles Bukowski

El dietista torpón y la gorda fatal



Hace tanto que leí El cartero siempre llama dos veces que podría decirse que Galatea es prácticamente un nuevo bautismo de fuego en lo que respecta a James M. Cain. Si mi memoria no falla —seguro que sí, pero qué le voy a hacer si no hay año que no pase para mal— Galatea sigue más o menos la misma estructura que El cartero, el más famoso de sus libros —y según leo por ahí, la misma estructura que la mayoría de sus demás libros—, sólo que con final feliz —¡pues vaya!— y entre medias no hay sexo turbulento —¡pues váyase usted a la mierda, Mr. Cain!—... Aunque de todos modos ahora no recuerdo bien si había sexo turbulento en la novela o es que mi cabeza sicalíptica lo saca de la película de Bob Rafelson, ya saben, aquella con Jack Nicholson sobándole la entrepierna enharinada a Jessica Lange en primerísimo plano, conque tampoco me hagan mucho caso...


El tema es que hay una tía buenorra y maciza que al principio está gorda como una vaca, que hace las veces de Galatea, y hay un tipo joven y duro y resultón, experto además en dietas de adelgazamiento, que hace las veces de Pigmalión, ambos se enamoran, ojo al dato, sólo cuando ella ha dejado de ser una gorda mórbida para pasar a ser un superbollicao, de modo que el marido viejo y mezquino de la exgorda sobra en la ecuación. También hay un gato de por medio, como debe ser, aunque casi no sale y apenas se le ve, sólo se le oye y ése, su maullido, termina por resultar el meollo del asunto, turbio o no.


Mola y no. Me explico: que está bien que el señor Cain demostrase libro tras libro que se podía contar una historia en 150 páginas, aunque esa historia fuese siempre la misma; el problema te viene cuando resulta que tocas techo con tu primera novela, ¿qué más te queda entonces por contar que no se haya de convertir en eco? Bueno, quizá haya que darle alguna oportunidad extra: como Mildred Pierce, Pacto de sangre, Doble indemnización o Ligeramente escarlata. No sé.

No deja de tener su gracia que el personaje principal y narrador de Galatea, Webster Duke, exboxeador fracasado, se pase la novela conectando directos al aire, fallando uno tras otro todos sus intentos de noquear al marido de la antigua gorda, ahora supermodelo. Algo así como una suerte de sparring cegato intentado tumbar un tentetieso. Porque esta novela deja ese mismo regusto en el paladar: blandengue, dulzón, desbravado, gancho al aire, cartucho de fogueo...


Raymond Chandler, que a juzgar por el tono de su cartas poseía un espíritu esencialmente cabronoide y un sentido del humor de lo más hiriente, dejó para la posteridad esta perlita sobre James Mallahan Cain, de la que se desprende que ambos se tenían en alta estima, a la vista está:


"Y sobre todo, quizá, en mi mente sensible, espero que llegue el día en que no tenga que ver mi nombre junto al de Hammett y James Cain, como un mono de organillo. Hammett está bien. Le concedo todo. Hubo una cantidad de cosas que no supo hacer, pero lo que hizo lo hizo excelentemente. Pero James Cain... ¡por favor! Todo lo que toca queda oliendo a chivo. Es en todos los detalles la clase de escritor que yo detesto, un faux naïf, un Proust en guardapolvo grasiento, un niñito de mente podrida con una tiza y una pared y nadie mirando. Esta gente es la hez de la literatura, no porque escriban sobre cosas sucias, sino porque lo hacen de un modo sucio. Nada duro y limpio y frío y ventilado. Un burdel con olor a perfume barato en la sala y un balde con agua jabonosa en la puerta trasera. ¿Yo sueno así? Hemingway, con su eterna bolsa de dormir, llegó a ser bastante cansador, pero al menos Hemingway lo ve todo, no sólo las moscas en el cubo de la basura".



Hay que ver, qué sería del mundo sin el dantesco y divertídisimo circo romano que conforman los escritores y sus inabarcables egos... Aburrido aburrido.

agosto 29, 2009

Habla, memoria... que tengo sueño

"Sólo después de escribir este libro descubrí que mi destino de escritor ya bullía en mí cuando era un niño"
Stanislaw Lem
El castillo alto









Es todo un consuelo saber que, al menos para el propio autor, este libro sí sirvió de algo... Acaso su principal mérito —el único mérito, de hecho, si es que me pongo valiente—, sea demostrar que se puede escribir un libro de memorias aburridísimo. Que no sólo la vida de uno —sobre todo la infancia y la adolescencia— puede ser un tostón —por norma general la mayoría lo son, un auténtico tostón—, sino que también es posible —y aún más, del todo lícito— reflejarla con todo lujo de detalles abúlicos y amodorrantes en las páginas de la propia autobiografía. El polo opuesto vendría a ser, se me ocurre, C. S. Lewis y su Cautivado por la alegría, que consiguió hacer un libro emotivo, que se lee con el mayor de los intereses, de una vida e infancia del todo tabarras y monocordes. En un género como el memorabilístico, tan dado al afán superlativo como al insincero, en el que el personaje en cuestión tiende a reinventarse —cuando no directamente a mixtificarse— para ofrecer un perfil mucho mejor del que tuvo en realidad, sin duda la posición de Lem es de agradecer, aunque no por ello la lectura de su libro se haga más llevadera, eso también hay que decirlo.

Lo mejor de todo —¿también lo peor?— es que Lem parece hacerlo a propósito, consciente de que muy pocas vidas y casi ninguna infancia son lo suficientemente interesantes como para llamar la atención de nadie que no pertenezca al círculo familiar del sujeto en cuestión:

"Escribir sobre la infancia personal es una actividd arriesgada (...) Y además, como escritor, he de asir bien fuerte las riendas de mi profesión; es decir, reafirmar la habilidad de agrupar detalles en conjunto coherentes. Con algunos libros de ciencia ficción y una novela contemporánea a mis espaldas, he preparado biografías de personajes ficticios tantas veces, que el hecho de fijarme ahora en mi propia persona, sobre todo en mi persona de hace años, requiere por mi parte un extremo autocontrol (...) un autor —y no siempre conscientemente— establecerá un orden hasta un punto inexistente en el mundo real, un exceso de armonía que puede nacer de los pensamientos que emanan del propio deseo o de una visión limitada, o de la sumisión a una metodología imperante o estética. El efecto de ellos suele ser que la realidad se ennoblezca (...) Comoquiera que sea, al confiar en mi memoria, ésta se convierte en mi seleccionador, y voy rindiéndome a todo cuanto puedo recordar. Por tanto, creo que el límite de la habilidad personal para recordar es la barrera de la honestidad personal, una barrera que no puede cruzarse".


Conque el debate está en el aire: ¿qué preferimos, memorias del todo honestas y por completo tostoníferas, o mejor trufadas de alguna que otra verdad decantada y éste o aquél detalle inventado, que las haga más digeribles?... Yo por mi parte prefiero las deshonestas de cabo a rabo, como las de Kinski, en que se nota enseguida que el noventa por ciento es mentira y maldita sea si me importa. Pero eso es porque yo pienso que la vida "en directo" es una hijoputada insufrible del mayor calibre...

En cualquier caso, la pregunta esencial que a mí me interesa es muy otra, porque cualquiera puede escribir de lo que le dé la gana y cómo le venga en gana: incluidos unos recuerdos de infancia que dormirían a un epiléptico en plena crisis, ahora bien, ¿era necesario entregarlos a imprenta? Me sorprende que un cerebro tan racional como lo fue el de Lem no cayese en la cuenta de que los bahúles cerrados a cal y canto pueden servir para algo más que para guardar zapatos viejos.

agosto 28, 2009

El que hijoputa nace, hijoputa muere...




No hay más que echarle un vistazo al semblante de Werfel en la portada de su Reunión de bachilleres para darse cuenta de la cara de cabrón redomado que tenía el tipo, claro que, bien mirado, si te toca la suerte perra de vivir la centroeuropa de entreguerras hasta se comprende; o tenías esa jeta de rottweiler rabioso o te comían vivo, una de dos... El caso es que Werfel subtituló esta novela como Historia de una culpa juvenil, y, miren por dónde, yo no acabo de visualizarle el qué al asunto, o mejor dicho, lo hubiese visualizado de no haber leído el capítulo final. Pero no. Si la hubiese subtitulado, no sé, Historia de un bastardo malnacido o Cabronerismo sin cuartel o bien Cientoymilhijoputadas a gogó cabe decir que el amigo caraperro no hubiese andado más acertado. Porque sí, ya lo sé, los niños en general y los adolescentes en particular pueden llegar a ser muy crueles y todo ese rollo, cierto, y el que esté libre de culpa es que es un replicante-florero de compañía, una suerte de Haley Joel Osment sin alma ni picha, pero a mí con estas que no me vengan. Reunión de bachilleres no es una historia sobre la culpa, trata más bien de la maldad, gratuita y esencial, el espíritu mezquino por que sí: del estoy en la capacidad de joder una vida y la jodo. No hay más. Y gente así, por desgracia, transitando el mundo sí o sí de mala fe, la hay y no poca. Este es para mí el mérito de Werfel, convertir lo que venía siendo una especie de fábula moral en crudo reflejo de lo real en el corto espacio de un soberbio último capítulo. Remordimientos de conciencia los tenemos todos, los tiene hasta el cabestro más ruín del valle, pero sólo a una raza de escogidos pusilánimes les arruinan una noche de sueño de tanto en cuando. Las demás, a pierna suelta...

agosto 26, 2009

Mi nombre es Dillinger, John Dillinger... Aburridor de ovejas



Hoy, en MaisntreaM: Enemigos Públicos








Hacía años que Michael Mann no vivía de otra cosa que de rentas, así que, crisis global mediante, esto es algo que se veía venir: terminó por dilapidar todo su saldo, incluido el telefónico. De modo que el menda decidió gastar sus últimos ahorrillos en un juguete nuevo: "Mirad la cámara nueva que me he comprado, chicos", dijo, "una cámara DI-GI-TAL", dijo, "con ella voy a rodar mi próxima OPUS MAGNUM", dijo, "irá sobre Dillinger, John Dillinger, ya sabéis, el atracador de bancos", dijo, "el E-NE-MI-GO PÚ-BLI-CO NÚ-ME-RO U-NO", dijo, a lo que luego añadió: "ya veréis, ya". Y para allá que se fue Michael Mann, con su cámara digital nueva, más contento que un cabezahueca con el coche recién tuneado, a la productora, a pedir una montonera de pasta para rodar "Enemigos Públicos", sin caer en la obviedad, pobre, de que no por llamarte John Dillinger, ni pasarte la vida atracando bancos, ni llegar a ser el enemigo público número 1, tienes por qué tener una vida mucho más excitante que la de un sexador de pollos, por un poner. Pero pasó que en el camino le entró hambre, pero como apenas le quedaba un ochavo se metió en un Burguer King: "Me pones un menú de guóper", dijo, "todo XXL", dijo, "todo KING... ULTRA-KING", dijo, "Soy Michael Mann y voy a rodar mi última OPUS MAGNUM con mi cámara nueva", dijo, a lo que luego añadió, "una cámara DI-GI-TAL". Son seis, con ochenta dólares, señor Mann, ésta fue la voz del dependiente mexicano que le atendía. Michael Mann se registró los bolsillos de arriba abajo, pero entre el cambio de la cámara y la calderilla de días sólo alcanzó a sumar tres napos con sesenta y nueve centavos: "Sólo tengo tres dólares", dijo, "con SE-SEN-TA Y NUE-VE CEN-TA-VOS", dijo, poniendo cara triste, como de cordero degollado... Pues por ese importe sólo le podemos servir una ensalada de tiros (UltraShooted Salad), señor Mann, ésta volvió a ser la voz del dependiente mexicano que le atendía. "¡Pero es que yo soy Michael Mann!", dijo, y se golpeó el pecho, como gorileando un reconocimiento que hacía años que se había evaporado. "Hay gente esperando, señor Mann...", dijo el dependiente, hasta los mexicanos cojones de gringos engreídos... "Bueno... pues me quedo con la ensalada de tiros", respondió cabizbajo. Cuál de nuestras salsas especiales prefire, señor Mann, la "MegaShotgun", la "HiperMachinegun", la "Thompson UltraLonguer", o bien la "Winchester 73"... "UltraLonguer", decidió... Al cabo de medio minuto Michael Mann ya estaba sentado en la mesa con su ensalada de tiros y su cámara nueva, pero con una cara de pocos amigos que para qué les cuento. Inspeccionó su ensalada, sólo alcanzando a vislumbrar ligeras trazas de un Jonny Depp trasnochado, otras tantas trazas aún más etéreas de un Christian "cartón-face" Bale en las últimas, así como unas muy finísimas tiras de una Marion Cotillard totalmente fuera de lugar, ninguna de ellas, además, de teta o culamen. El resto: plomo, casquillos, y sangre de pega... Michael Mann probó su ensalada: "Sabe rancia", pensó, pero decir, lo que se dice "decir", calló como una puta barata y no dijo más nada.



Y ya está, así acabó, entre bostezo y bostezo, "Enemigos Públicos", una ensalada de tiros aburrida, torpe, sosa y sin aliñar, a la que hasta se le ven las tramoyas.

NOTA: El autor no se hace responsable de la divergencia entre las tarifas reflejadas en el texto y las tarifas reales de Burguer King. Se trata de PVP's meramente aproximantivos. Asimismo, la ensalada descrita, igual que todas sus salsas, son pura invención, cualquier coincidencia con la realidad no puede responder sino a dedos morcillones de Dios en su teclado de universos paralelos.

agosto 24, 2009

Ponme dos de magro de Ratatouille, casicaballo...




No sé qué pasa, si será el calor o el fin del mundo, que se barrunta a todas horas, en todo lugar, o simplemente mi chola loca, que en el proceso de egresarse de sí misma me está dejando el lecho de neuronas como un bebedero de patos. El caso es que viene uno con intención de poner interesantes gajos de letras en su sitio y como es de ley, pero es plantarse ante este teclado y tornársele toda buena intención informativa, explicativa y/o narratológica en unas ganas irrefrenables de soltar idioteces... Yo le dije que iba a ser menú, dos, dos menús, y él me avisó que en el precio no entraba la bebida, bueno, entonces yo le dije que agua, dos, dos aguas, una con y la otra sin, sin gas, con gas no hay, me dijo —o nunca he tenido, o no tengo para ti, payo, aquello no me quedó muy claro—, pues en ese caso, menos del grifo, trae el agua que te dé la puta gana, le respondí, aunque no exactamente con esas palabras, de modo que nos trajo dos aguas minerales de una marca local. Lo que no me dijo el muy mierda es que en el precio del menú tampoco entraba el pan: ¿Quieren más pan?, ¿más pan?... Cabrón. ¿Cabrón yo? Sí, cabrón tú, que nos tangaste a base de bien, euro y medio por cabeza, es decir, tres, tres euros, quinientas pelas, por suplemento de pan, que encima estaba seco y duro, y no esponjoso como el océano de detritus en el que ojalá te asfixies algún día de tu maldita vida. Luego, a mitad de su primero, empanada gallega —yo iba ya atacando a dentelladas flechaces las almenas del segundo plato—, vino a decir no sé qué, ni me acuerdo, o no lo quise escuchar, conque le dije que aventase, que no importunara más mientras estuviésemos comiendo, que el precio del menú sí incluía que nos dejase en paz e incluso hasta mandarlo a tomar por culo si es que seguía inflándonos la gaita, todo y que, de nuevo, ahora que recuerdo, todo esto no se lo dije exactamente con esas propias palabras. Es todo un qué. Siempre a destiempo, tarde y mal y nunca, no sé cómo me lo monto... ¿Cómo? ¡¿Qué?!... Que no hay cosa en la vida que me dé más rabia que el que me molesten mientras jalo, que hasta me retuerce que me miren y todo, ni chistarme, ¿me oyes bien?, que si no fuese porque soy más pobre y miserable que la rata vivita y coleante que se zampó una gaviota a orillas del pútrido río Lérez a su paso por Pontevedra —y cabe añadir que hay millones de ratas en este puerco mundo muy por encima de mi nivel adquisitivo, tantas de ellas, para su suerte, no empadronadas en Pontevedra—, comería siempre en restaurantes vacíos al efecto. Al efecto de que nadie me observe ni me chiste ni me ofrezca pan a precio de usura mientras jalo. Y quienes menos vosotros, los putos camareros, que seríais todos robots. Todos robots ciegos y con nalgas y mofletes de Botero, no de formas androides sino de semiyeguas infladas a barbitúricos y clembuterol, y pronunciaríais a cada instante, voz metálica, metálico eco: "Sí, mi amo, sí, mi amo... de segundo tenemos filete de rata con salsa a la pimienta y guarnición de guisantes y papas, si le aviene". Pues tráeme dos bien hechos, ¡mecagoendiós!


Y hasta estoy contento porque no se me deslizó ni un miserable punto y coma, oigan...



agosto 04, 2009

Argumento para un best-seller que nunca escribiré

Dedicado al Sr. Yume,
de quien todo partió, en cierto modo...




Auténtico Horror Preter(ni)natural


Stephen King se está volviendo más y más perdido de la mochera cada día que pasa, las muchas drogas y el mucho alcohol y el mucho heavy metal barato a toda pastilla en los auriculares, durante años, están empezando a pasar su factura. Inserto en una pesadilla gordiana, igual que aquel que fuera —y sigue siendo, pese a quien pese— uno de sus más entrañables enajenados, Jack Torrance, quien no podía dejar de teclear, hagamos memoria, que no por mucho madrugar amanece más temprano, el buenazo de Stephen, también prisionero de un bucle neural semejante, que ya hubiera querido para sí el Philip K. Dick más pasado de vueltas, no puede dejar de tararear el tema Walking in My Shoes de Depeche Mode, ya es casualidad, el mismo que andaba escuchando el día que una furgoneta tuvo a bien atropellarlo en modo bestiajo, casi dejando al Rey del Terror —¡al verdadero King!—listo de papeles.

Stephen ha ido poco a poco llegando a la conclusión de que cada vez que tararea dicho tema, nuevas puertas y ventanas y túneles de viento se abren en su mente poderosa. La miel de sus sinapsis es un río desatado de crecida incontenible. El verdadero Tsunami de las tormentas cerebrales. Es como el jodido Clark Kent nietzscheano pero sin el pijama ridículo y con unas gafas horríferas que ya eran marcianas aun cuando estaban de moda. Un lunes se levanta, tararea lo suyo y ya: tres kilos y trescientos gramos más de genialidad al centro y p'adentro. El martes, dale: tres kilos y medio. El miércoles desayuna cereales con fibra, se zampa un ginseng y llega hasta los cuatro y cuatrocientos. Y así hasta el domingo, día en que todo y ser el Rey, Dios, el Ayatolá, tampoco descansa, porque aparte del dueño del cotarro aspira también a la desmitificación.

Pero no pensando ninguno bajo ningún concepto que el autor de Maine es persona filántropa y de hacendosa moral a estas alturas de sus huesos quebrados, no. Es todo deseo esquinado y aviesa intención para con sus semejantes. A Dios pone por testigo que hará pagar a la raza humana la indecente cantidad de voltarenes e ibuprofenos que se ha tenido que jalar desde lo del accidente; de modo que cuando lo oímos gritar obscenidades sacrílegas e innombrables vendettas al aire enrarecido y crepuscular, cual mad doctor de serie B o Jeffrey Combs de arrabal barcelonés, en realidad es su úlcera gastroduodenal la que está clamando venganza...

Llega el día, entonces, en que tararea lo suyo, que si walking in my shoes y toda la pesca, y zas: inventa el condensador de fluzo, pero el de Zemeckis no, ésa mierda no, uno que funciona, y he ahí que tenemos una máquina de tiempo, es decir, tiene, él, Stephen King. El King del Terror. Y lo primero que piensa a continución es esto: "Francis Scott Fitzgerald".


Y es que si hay algo que saque de quicio al Rey del terror, al King del grito y el escalofrío y el gótico paleto americano, eso son los adverbios acabados en "mente".

Así que para allá que se va, con su fluzo y su máquina de baquetaer años, su mala baba traicionera y su espalda hecha fosfatina, a asesinar al proverbial —y adverbial— pergeñador de El Gran Gatsby, mientras en su cerebro enfermo y malvado ya proyecta toda una extensísima lista de autores mediocres, adictos al adjetivo resultón y el adverbio machacante, a los que dar carpetazo definitivo: "Y al condenado Asimov también le pienso dar p'al pelo, ¡cacho cabrón!..."

En esto que Stephen llega justo cuando lo de la picha, es decir, cuando Scott Fitzgerald le está confesando a Hemingway que su mujer, Zelda, le dice que tiene la picha pequeña, y que por eso ella no llega, que por eso lo odia, y que por eso también bebe y se mete cosas largas y romas por lo vagini, y por eso también, por su picha pequeña, la picha de Scott Fitzgerald, el mundo es una deleznable basureja. Y justo también, cuando Hemingway está por decirle a Fitzgerald que a ver, que le enseñe la de mear, a ver si eso es verdad o qué coño pasa, llega Stephen por la espalda, en pleno París de entreguerras, y le mete un hachazo en todo el espinazo al autor de Hermosos y Malditos: ¡Coño!, dice Hemingway, pues me da que ahora va a dar igual lo de la picha, Francis, y se queda allí mirando impertérrito cómo el hombre que ya no podrá escribir Suave es la Noche agoniza miserable... mente.

Conque en la siguiente escena tenemos que Scott Fitzgerald estira la pata, desangrado; Zelda Fitzgerald se alegra en la distancia sin saber a ciencia cierta por qué mientras deshoja un plátano; Stephen se larga en su máquina de penetrar décadas en pos de Isaac Asimov; y Ernest Hemingway se mete en casa de Gertrude Stein, a gorronearle café y pastas.

Y de momento fin, son pasadas las dos, Dan Brown y otros tantos advenedizos como él siguen ganando dinerísimo con esto, pero a mí ya no se me ocurre más mierda que vomitar y mañana me levanto pronto a currarme los garbanzos... Me largo al sobre.



Escenas de Ultra(tumba)matrimonio

julio 25, 2009

Quiet Post in the Western Front



El verano es tiempo de barbecho bloguesférico, más que nada de andar pateando la Red de arriba abajo a la caza y captura de ese vuelo por un euro que nos lleve de aquí y nos traiga, tasas incluidas, de cualquier ninguna parte. Nos quite de este calorazo indecible y nos meta en otro aún mayor, las más de las veces cocotero y tropical y orillado de malarias. Pero sarna con gusto no pica, dicen, así que la picada de un mosquito malayo hasta las trancas de fiebres supongo que tampoco. De ahí que uno pueda sentirse aquí y ahora como en casa, con poco o ningún temor de asfixiar al respetable con la insana peste de sus recién quitadas zapatillas. ¿Acaso alguien anda transitando estos alrededores?... Y es que hay pies y sobaquinas y alientos que son peores que cien cajas de Pandora, mas no hay qué ni hay problemática cuando no hay universo del otro lado, que toda la basca ha regresado al mundo real por tres semanas, regalándose una tregua más que merecida de tanta ciberpamema y tanta virtuhostia.

Yo, en cambio, escribir, lo que se dice escribir, escribo poco, nada y menos y cuarto y mitad de lo que me pide la muela del juicio que me dejé en no sé qué placenta, pero algo escribo, con todo, y ese algo es esto, esta basura que sostiene lo justo mi cordura al tiempo que apuntala mi indolencia: cada cual se automedica la maldición como buenamente puede y le parece y mi bolsillo no da para grandes exhibiciones antibióticas ni estupefacientes, pero para papel y lápiz y café todavía me alcanza.

Lo que es una pena es que pudiendo ser tantos seamos tan pocos, y de esos pocos, tantos tan contundentemente malos. Tanta medianía me da de arder... Escribir fue siempre cosa proselitista, eclesial y de derechas, cosa de ricos, vamos, que fueron a quienes únicamente se les enseñó la letra, sin sangre además, que ésa, la sangre, corrió toda de cuenta de la soldadesca garrula y el campesinado analfabeto. Con el tiempo y los siglos y la mucha hemoglobina sembrando barros conseguimos dar la vuelta a todo aquello, pero luego vino la ESO y vino Operación Triunfo y después aún vinieron Risto Mejide y sus condenados libros, y a partir de ahí sí que ya se hizo el acabóse... En plena era de las telecomunicaciones prima el volumen de datos transmitido y se premia la velocidad de transmisión, pero la calidad de la información transimitida ya no es un valor. Teniendo la capacidad de comunicarnos en tiempo real con un fulano que está en nuestras antípodas para decirle que estamos bien, que somos felices y comeremos perdices, va y le mandamos un jodido smiley sonriente... ¡Pero qué coño!

Será que me estoy haciendo mayor y retrógado y cuando no me duele el coxis me duele la rabadilla —que viene siendo lo mismo aunque no sea igual—, que ésta ya no es realidad para viejos, pero cada carta en mi buzón que no es una factura se me antoja pica en Flandes y cada correo electrónico que no es un maldito telegrama me parece una exquisitez de la mayor clase. Las contadísimas excepciones no dan lugar para abrigar ninguna esperanza pero sí al menos han de ser una digna lectura mientras agotamos la espera.

Llegará el día, lo sé, en que sellos y libros y plumas estilográficas sean sólo meros objetos de coleccionismo, pero para ese entonces espero haber muerto hace mucho, y mi biblioteca y mi correspondencia y todos mis bártulos de escritura arderán después de mí... Eso si es que mis herederos no se las dan de Max Brood y me hacen la púa malvendiéndolo todo a un trapero o a un Boba Fett de la cultura.




julio 20, 2009

Apriétale!, Venga!!, Dale!!!, Venga!!!!, Yaaa!!!!!...ME CORROOOO!!!!!!... $Cash$...

Oh! Calcutta!, Clovis Trouille





Cada día la misma maldita tocada de huevos
de Sísifo:
el choque frontal contra un espejo matutino
los ojos a media asta
inyectados en sangre caduca
incipientes bolsas caraperro en los carrillos
la indigna papada
el pecho hundido por el inejercicio, camino de Auschwitz
la barriga hinchada y fláccida
a pesar de los muchos kilos perdidos

Estoy muriendo por segundos
me digo
y sólo me consuela esa idiotez
siempre en boca de la inmensa y jodida mayoría
que tanto y tan profundamante odié:
hoy será hoy y será así por todo el día...
Vendrá un mañana que ha de ser mucho peor
pero todo estará más cerca
del colapso del enigma
y el asco de los días nunca tendrá rival

¿Cuánto hace que dejé de ser un tipo peligroso?
Soga el cuello
sable o navaja o faca
hojas de las de otrora
de las de desgraciar entrañas para los restos
bala en la recámara apuntada contra la propia vida
por extensión contra la de los demás
Ni siquiera apesto ya a talla de antihéroe
jubilado

Salgo a la calle
y el sol y la humedad y el sudor
y las caras arruinadas de la gente
son el infierno
Camellos de tristeza
eso es lo que somos
las arterias y el hígado
y el lago desecado del alma a reventar
del jaco de la desesperación

Me meto en la primera cafetería
a olvidarme de que existo:
un euro con cuarenta
más de doscientas de las de antes
por una taza de leche de vaca enferma
con un veneno negro que ni siquiera
es achicoria... Más de uno y de dos entrajados cabestros
se están haciendo de oro con estos bebistrajos
y ninguno de ellos, seguro, camina estas calles

Bueno...
Habito la Ciudad Muerta de
Un Mundo Muerto
y muy pronto yo también habré
muerto

Me lo sirve una jovencita
de encantos venusinos y belleza seminal
percutida por un traje corporativo y
abrasalibidos
que convierte toda carne en adefesio
Los nuevos esclavos deben ser como los viejos
esclavos:
no sólo deben serlo
esclavos
deben también parecerlo
Eso acabará definitivamente con su moral

Escojo el rincón más alejado
de cualquier pálpito
o bypass o arterioesclerosis
o vena infectada de sida
No quisiera tener que afrontar otra humana mirada
ni en pintura
Saco el libro
y me dejo arrastrar por las desventuras
de ese feo don juan desesperado
Klaus Kinski
metiendo la polla y el enajenado espíritu
en todo agujero viviente

Pero el embrujo no dura mucho
enseguida una voz de cerdo malparido
gritando al teléfono me corta el rollo
me sangra la rabia
me arrastra otra vez a la venganza:
"Apriétalo, ¿me oyes?..."
"Hay que apretarle como sea"
"No, no, tú olvidate de eso..."
"Tienes que sacárselo"
"Tienes que sacarle más"
"¿Me oyes?"
"¿Me has entendido?"
"Apriétale, ¿me oyes?"
"¿ME OYES?"
"¡¡¡¿TE HAS ENTERADOOOO?!!!"

Ya tuve suficiente
me largo
hay sujetos a los que no puedes
calificar ni de hijos de la gran puta
porque ni siquiera son humanos
la suya es la genética de la bastardía
descendientes directos del virus
de la mezquindad
la hipérbole tibieza
la fenicia agonía

Bueno...
Habito la Ciudad Muerta
de un Mundo Muerto
y muy pronto yo también habré
muerto
y muy probablemente estas líneas
de mierda ni sean literatura
ni sean poema
no sean sino eso mismo:
mierda
Pero ahora y aquí
durante este par de minutos
cierta piara de infamantes diminutas criaturas
biológico basural
han recibido alguna suerte de merecido
de incontestable represalia

Y eso me da el combustible justo
para arrastar mi piedra
mi losa
mi condena
hasta el espejo de mañana

Homenaje a Edward Hopper, Antonio Tamburro

julio 18, 2009

Mis espermas de Frolik-8




Para cuando Stefan Piersbowski decidió que definitivamente se había hecho de noche para la ordinaria lujuria, que de aquel entonces en adelante sólo le interesarían las mujeres con rayos X en los ojos y un horno industrial por bajovientre, Maria Kudrow, única en su especie, ya había doblado la esquina. Si él hubiese asentado el estómago de sus prostáticas determinaciones un minuto antes o bien ella hubiese tenido por costumbre no hiperventilar el sonsonete de sus zancadas, muy probablemente, y más: del todo cierto: se habrían encontrado, casi topado, lo más seguro, a las puertas del Café Bistrot, el que linda con Discos Deckard, no el de Avenida Corrientes... Pero todo esto son hipótesis desangradas y son pasados paralelos que se suman a la larga nómina de potenciales desechados, y Stefan es A en tanto Maria es B, puntos equidistantes ya para siempre sin posible trayectoria intersectoria. Ahora, cinco minutos después del colapso de una ventana de futuro que no será otra cosa que vacío hasta los restos, Stefan se rasca la andropierna con cierto indisimulo, sin saber, pobre, que ése es un prurito y un ardor y un afán hormonal de polvo intergaláctico que nunca le será dado saciar.